
El cáncer de mama es una enfermedad que,
no presenta síntomas en su etapa inicial.
Por lo general aparece una masa no dolorosa que fácilmente se confunde con los cambios benignos que se
presentan en las mamas de la mujer, como los quistes. Por ésta razón, muchas mujeres no consultan a
tiempo, pensando que aquella desaparecerá espontáneamente.


Una parte importante de la salud de las mamas, consiste en saber cómo lucen y se sienten normalmente. Aunque es importante hacerse las pruebas rutinarias para la detección del cáncer de mama, la autoexploración en un paso fundamental para estar al tanto de cualquier cambio.
Es importante consultar de inmediato al médico ante la
presencia de cualquiera de estos signos o síntomas:

Asimetría o
deformidad visible.

Cambios en la textura de la piel,
aparición o crecimiento de venas.

Hundimiento
del pezón.

Irritación, ardor o
enrojecimiento de la piel.

Masas, bultos
o protuberancias.

Secreción de líquido
o sangre por el pezón.

Ocho días después de tu periodo realiza el autoexamen de tus mamas.
Si ya no tienes el periodo, escoge un día fijo en el mes para hacerlo.
Frente al espejo, realiza estos movimientos y fíjate si tus mamas presentan cambios en su forma, tamaño o retracción del pezón.

Pon una mano detrás
de la cabeza y utiliza
los tres dedos del
medio de la otra mano
para palpar desde la
axila hasta el pezón.

Haz movimientos
circulares en
dirección de las
manecillas del reloj
al rededor del
busto y las axilas.

Oprime los pezones
y observa
si hay secreción de
algún líquido.

Recuerda que el autoexamen no reemplaza las pruebas rutinarias para
la detección del cáncer de mama. La mamografía de detección a
menudo puede ayudar a detectar el cáncer mamario en sus etapas
iniciales, antes de que aparezca cualquier síntoma.
Descubrir el cáncer de mama en sus
comienzos te dará más probabilidades
de que su tratamiento sea eficaz.

El tejido mamario cambia a lo largo de la vida de las mujeres conforme experimentan la pubertad, los ciclos menstruales, el embarazo y la menopausia. A lo largo de cada ciclo menstrual, el tejido de la mama está expuesto a ciclos de estrógeno, que estimula el crecimiento de los conductos galactóforos durante la primera parte del ciclo, y de progesterona, que estimula los lobulillos en la segunda mitad. Este proceso puede dar lugar a dolorimiento de la mama o cambios palpables en el tejido que pueden describirse como “bolitas” o pequeños nódulos. Conforme las mujeres envejecen y experimentan la menopausia, hay una disminución natural en el estrógeno y las mamas se vuelven menos densas o presentan más “bolitas”, como resultado de los cambios fibroquísticos. La mayoría de estas masas tumorales son benignas, pero algunas serán consecuencia del cáncer de mama.







